Garro y Bioy Casares en Nueva York, años 50
A lo largo de dos décadas, de 1949 a 1969, el escritor argentino Adolfo Bioy Casares mantuvo una correspondencia amorosa con la escritora mexicana Elena Garro.
Hasta hace muy poco, el romance entre Bioy y Garro era un pasaje relativamente desconocido de la vida de ambos, apenas esbozado por ella en los apuntes para el libro Los protagonistas de la literatura americana, de Emmanuel Carballo. Durante buena parte del tiempo que duró la correspondencia, ambos eran casados: ella, con el poeta Octavio Paz; él, con la poetisa Silvina Ocampo. Por parte de Bioy, lo más que llegó a saberse es que él y Garro formaban parte de un grupo de amigos.
Largas son la mayoría de la cartas que el cuentista y novelista argentino escribió a Elena Garro. Largas, de renglones apretados, con letra a veces ininteligible, hinchadas de nostalgia, adulación obsesiva, angustia, autodenigración y desesperanza.
En una entrevista reciente que concedió a Lucía Melgar, profesora de literatura de Princeton, que está trabajando en una biografía de Elena Garro, la escritora contó que tuvo tres series de encuentros con Bioy. Dos en Europa, en 1949 y 1951, y una en Nueva York, en 1956. Cuando se conocieron, en 1949, en París, Garro tenía veintinueve años, y Bioy, treinta y cinco.
Una carta fechada el 5 de noviembre de 1951 empieza así:
"Mi querida: Tuve que hacer un viajecito a Montevideo. Éste fue muy rápido: tres días en total. A mi vuelta me encontré con tus cartas del 26 y 27 de octubre: las más cariñosas que me has mandado desde hace tiempo. Tal vez te di lástima con mi tristeza. Si me hubieras visto en estos tres días del viaje te hubieras apiadado aún más o, basta de tonterías, me hubieras dado el olivo, como decimos aquí (me hubieras abandonado). No te puedo decir qué desolado me parecía todo: viajar en avión, llegar a un cuarto (color pardo) del Nogaró, almorzar y comer, conversar con los maîtres, los mozos, las consignas de siempre. «¿Para qué estoy haciendo esto?», me decía".
Las cartas de Bioy persiguieron a Elena Garro por todo el mundo: Francia, Japón, México, Suiza, Austria... Bioy parece incluso haber asediado a su correspondiente. Entre agosto y octubre de 1951, le envió una veintena de cartas.
"Perdóname que esté escribiéndote de nuevo -redactó, el 8 de septiembre de ese año-, quisiera darte un respiro, pero tengo tanta necesidad de ti que si no toleras estos monólogos voy a morir de angustia".
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